Me miraste
y todo aquello en lo que había creído
se tornó confuso, todo ello como una escalera
de caracol en la que
han invertido los escalones.
Te miré
y sentí que mis ojos ya no eran
míos
se perdieron en el camino
que los llevaba hasta los
tuyos.
Todo el daño que me habían hecho
se escondió en mis dientes
y si alguna vez lloré
se esfumó el recuerdo
como una cerilla que
se apaga justo
después de arder.
Te miré,
y llegué a pensar que eras tú
el que me dijo:
en cada pestaña me cuelgo una
historia,
de esas que a nadie le gusta leer
y caen al suelo convertidas en gotas.
Empiezo de nuevo.
Quiero contar las estrellas
del cielo
de tu boca.
Trato de cazar el sueño
como mariposas obligadas
a entrar en la red.
Sigo atada a ti
como una bruja a su estaca,
como un salto al vacío
que no existe.
Me miraste
y mi boca calló,
Pero mis dientes gritaron y
mis ojos gritaron y supe
que te había encontrado.
Pero te miré y
cuando te vi te habías ido.
Amor, no supimos hacernos,
no supimos merecernos.
La oportunidad,
solo ejecutó
una vez
su coreografía
y nos dejó solos, separados,
y mi lengua gritó,
no supe tu sabor de amargo o
tal vez fuiste dulce o bailaste en mi
paladar.
Te amé con mis dedos:
Decidí que era mejor hacerte a mano,
temblar por tus caminos
y recorrer
infinitos
tus lados,
delantes
y detrás.
Te amé con colores, todos los tonos:
no me bastó.
Aún ahora recuerdo
al mirarme
que tú fuiste yo,
tan parte de mí que fuimos
uno.
El día nos miraba
confuso
al no saber discernir mi risa de:
tus brazos, de tu boca, de ti.
dejemos por hoy
que nos guíe el olor.
Seguiré tu rastro y como primitivos
seres
intentaremos ser,
sernos,
estarnos.
¿Y si no hubiese terminado jamás?
Si el tiempo estuviese en
todo,
nunca habríamos sido
ni empezado
ni
terminado.
Polvo girando en las calles,
miradas perdidas
en paisajes
eternos.
Las cosas que no cambian.
Crees que no sabes
cómo caminan las personas
Estuve pensando
en escribirte un poema.
Al final me lo escribí a mí.